martes, 28 de junio de 2011

MUSEOLOGIA DIGITAL Y EL MUSEO EN MEXICO
Ponencia presentada en "Debates Iberoamericanos del Patrimonio Cultural", IBERMUSEOS, España, Brasil, 2011
Rodrigo Witker B.
Investigador de la Universidad Autónoma de Puebla y Profesor de la Maestría en Museología de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía.
Abril, 2011

Agradezco a los organizadores de esta iniciativa la oportunidad que nos brindan de reflexionar sobre Museos y tecnologías de la información y comunicación, como es el nombre de esta mesa y dialogar con colegas brasileños y españoles respecto de nuestras propias realidades.

La intención de mi participación el día de hoy es ofrecerles una sustancial mirada al panorama museístico mexicano buscando identificar las relaciones que se han establecido entre éste, el museo, y las tecnologías de la información.

La propuesta es hacer esta revisión utilizando para ello lo que hemos denominado la museología digital. Este concepto, que en el fondo es una propuesta de estudio que intenta fijar la atención en los fenómenos que ocurren precisamente entre el ámbito museológico y las tecnologías de información, lo presentamos hace unos años en un seminario de museología en Colombia y desde entonces a la fecha hemos procurado su desarrollo y delimitación para mejorar las formas de abordar esta fenomenología.

Y qué entendemos por museología digital?
Simplemente lo definimos como el resultado que surge de la relación entre lo museológico y lo digital. Como los procesos que, aprovechando las posibilidades del cómputo y la multimedia, buscan construir productos computacionales que ayuden a solucionar problemas que se presentan al momento de realizar las diversas funciones que son propias de los museos.

De esta forma podemos identificar, hasta el momento, tres grandes maneras de caracterizar estas relaciones. Una primera que concentra y se preocupa por las formas y los productos que se han generado a partir de usar intencionadamente la tecnología al servicio de las necesidades de gestión y operación de museos. A estos productos los denominamos HMD (Herramientas Museológicas Digitales) y los definimos como un constructo que intenta resolver con recursos digitales necesidades museológicas.

Si miramos al museo mexicano desde esta óptica nos encontramos con datos reveladores. Considerando que la fecha de inicio está dada por el momento en que irrumpe de manera masiva la digitalización de nuestras vidas, fines de los ochenta, podemos identificar dos momentos muy claros y definidos en los que se concentran los esfuerzos realizados tanto por académicos, como por profesionistas y gente de museos, y a los que bien podríamos llamar de apuesta por el futuro, de 1989 a 1997, y de resignación o un futuro esperanzador, de 1998 a la fecha.

Se han realizado una gran cantidad de HDM, en un estudio inicial detectamos más de 25 programas que han concentrado sus esfuerzos en la gestión y la documentación prioritariamente, pero hasta el momento ningún modelo ha sido eficaz. Seguimos con un alto déficit en este sentido a pesar de que se han logrado propuestas de un gran nivel de complejidad.

Se han abordado temáticas como gestión de colecciones, operación de museos, estudios de públicos, documentación museológica, gestión de exposiciones, entre otras.

Una segunda aproximación fija la atención en el análisis de aquellas herramientas digitales que son utilizadas exclusivamente como recurso museográfico, como elemento narrativo fundamental en la construcción de los discursos museográficos, que aprovechan en su diseño todas las opciones multimedia que lo componen –por ejemplo las cédulas virtuales, equipamientos o los multimedios interactivos, o los también llamados kioscos interactivos. Actualmente es casi inconcebible una exposición museográfica que no contenga estos dispositivos.

Por el momento la manera de acercarnos a esta realidad es a través de estimados cuantitativos, ya que todavía no desarrollamos otro tipo de análisis a sus contenidos. Si pensamos en la tasa de crecimiento de la infraestructura museística nacional, una de las más alta de América Latina, de entre 5 a 7 museos de nueva creación por año, y estimando un promedio de 10 multimedios por cada museo tenemos un universo de 70 productos generados por año en los cuales encontramos constantes que permiten enriquecer las futuras producciones de este tipo de herramientas, la construcción conceptual de sus contenidos, los tipos de interactividad utilizados, diseño y extensión de pantallas, el tipo de interactividad ofrecida al usuario, la vinculación entre lenguajes técnicos y la divulgación de los contenidos exhibidos, el tipo de redacción y los lenguajes, etc.

En otros casos, por ejemplo los museos de ciencia y tecnología, que han alcanzado un desarrollo impresionante en nuestro país, por el tipo de exposición museográfica que los caracteriza, llegan a desarrollar un promedio de hasta 20 multimedios interactivos piénsese en Papalote, Museo del Niño; Universum, Museo de las Ciencias, o, más recientemente, el Museo Interactivo de Economía, MIDE.

En un tercer orden están todos los procedimientos que implican el uso de tecnología en cuanto a su adaptación a partir de plataformas existentes y de libres uso a condiciones particularizadas del museo, casi siempre vinculadas a aspectos de comunicación y difusión, desde las páginas web hasta los blogs así como las opciones que brindan las llamadas redes sociales, principalmente el facebook y el twitter.

Es indudable que se trata de un fenómeno masivo y universal, baste recordar  simplemente que, por tratar de dimensionarlo, sólo en cuestión de páginas web, más de la mitad de los 10 000 museos que existen en los países de Iberoamérica disponen al menos de una. Y de los 1229 museos que existen en México y reconoce el Sistema de Información Cultural, más de la tercera parte de ellos disponen de información en red.

Y qué decir de las redes sociales que se han convertido en una de las principales plataformas de difusión de los museos que tienen acceso a ellas. El facebook se convierte, a diferencia de las páginas web, en una opción de muy bajo costo y de alcance ilimitado. A esto hay que sumar los millones de usuarios que en tiempo real están conectados vía twitter. En México ya se menciona la cantidad de casi un millón de usuarios de estas plataformas. Y la inmediatez que lo caracteriza ofrece un panorama complejo al cual los museos no alcanzan a estar listos a asimilarlos al mismo ritmo que se producen. Hace unos días, por ejemplo, el Museo Arocena, en Torreón, en el norte del país, transmitía vía twitter la inauguración de la magna exposición de Moctezuma II a los seguidores de esa red ofreciendo una oportunidad diferente de utilizar estos medios de comunicación en tiempo real.

Y que pensar de otros ejemplos que reposicionan estos medios cuando, por ejemplo, todos los funcionarios el gabinete del gobierno mexicano tienen, por disposición oficial, que tener cuenta de twitter para ofrecer opciones de apertura y comunicación directa con toda la población.

Otro de los desarrollos que sigue pendiente de analizar para valorar su inclusión en el ámbito museológico es el uso de las opciones que brinda el bluetooth como transmisión de datos. En este sentido son pocos los museos que se han arriesgado a invertir en estas plataformas por lo mismo que el costo no es proporcional ni se recupera en los relativos cortos tiempos de vigencia que cada tecnología en particular posee y brinda a los usuarios.

Tratando de resumir podríamos decir:

-No hemos dimensionado en su totalidad el fenómeno que representa hoy y a futuro la relación entre los museos y las tecnologías de información, donde la masificación, la inmediatez, los bajos costos representan escenarios que no habíamos contemplado.

-A pesar de los grandes intentos que hemos hecho, todavía no hemos podido consolidar métodos de trabajo que hagan viable esta relación entre tecnología y museo.

-Hasta cuando tendremos la capacidad de asombrarnos por lo que los desarrolladores de tecnología nos ofrecen.

-Nos tenemos tiempo de asimilar ciertos adelantos cuando ya se avecina la apabullante renovación que cuestiona casi todo lo producido, el tiempo se hace demasiado reducido.

-Esto obliga a los museos a disponer y atender estas opciones de comunicación de manera más decidida e intencionada.

-De todas maneras, tenemos que dejar de asombrarnos y proponer usos adecuados a la tecnología para no dejar de lado las funciones sustantivas de los espacios museales.

-Al igual que la mayoría de los museos que aun no diseñan políticas de convivencia y desarrollo con estas tecnologías, es preocupante comprobar carencias de políticas por parte del estado para la cuestión computacional y su relación con la cultura y particularmente con los museos de los que es responsable.

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